¿Especialista o Generalista?

Mi opinión personal sobre el eterno debate sobre las ventajas o inconvenientes de tener un perfil especializado o más generalista.

A raíz de un pequeño debate que he tenido recientemente con un amigo sobre este tema, me parece interesante escribir algunas líneas sobre este dilema con el que he tenido que vivir desde hace muchos años y en el que por suerte o por desgracia me ha tocado estar en la parte de los que actualmente vamos “a contra corriente”.

A lo largo de mi carrera me he encontrado en más de una ocasión con la pregunta directa de ¿Cuál es tu especialidad? ¿A que te dedicas exactamente? Responder a esta pregunta para mí nunca ha resultado sencillo y muy probablemente mi interlocutor ha quedado decepcionado con mi respuesta esperando otra en su lugar.

Siempre me ha gustado rebelarme contra los modelos rígidos tanto a nivel de pensamiento como a nivel académico o profesional (no vayan a pensar que soy un rebelde, siempre hay organizaciones más flexibles que otras). He tenido internamente (y espero conservarlo) ese gusanillo de aprender cosas nuevas, cosas que desconozco y así inevitablemente esta forma de pensar me ha llevado poco a poco a trazar un camino alejado de una especialización concreta.

Mi percepción de un especialista en un tema no es para nada negativa. Sin embargo siempre he pensado que con voluntad, aptitudes y entusiasmo para aprender es relativamente fácil tener un nivel muy alto en un campo concreto. Así me he ido dando cuenta que supuestos especialistas en realidad no lo eran tanto y que con un poco de tiempo y esfuerzo podía situarme a niveles parecidos de conocimientos y hablarles de tu a tu. De vez en cuando encuentras realmente personas que pueden decir sin miedo alguno que son especialistas y buenos, estos son los menos, pero también existen.

Por desgracia mi entusiasmo por estas escaramuzas en campos del conocimiento ajenos a la supuesta especialización en la que tenía obligación de mantenerme inevitablemente unido para el resto de mis días, no encajaba demasiado con los cánones actuales. Esto en parte me llevo sin duda alguna a convertirme por ejemplo en emprendedor.

Aquél ideal del hombre renacentista al que tantos han querido exterminar, empezando por nuestros sistemas educativos actuales debería tener un lugar en nuestro mundo y ser valorado en su justa medida. Tal vez sea cierto que la especialización puede conducir a una mayor productividad y eficiencia, pero por mi parte no creo que sea menos cierto que son aquellos generalistas, visionarios y emprendedores los que pueden ayudar a mover el mundo.

Especialmente las grandes empresas y multinacionales, que por su propio tamaño se ven obligadas a estructurar organizaciones excesivamente rígidas que pueden provocar la creación de especialistas sin una visión clara del negocio, deberían cruzar estos perfiles con grandes generalistas. Fruto de esta unión es probablemente cuando se producen aquellos cruces de conocimiento, opiniones y debates que pueden conducir a una mejora interna, a una innovación o a un mejor servicio o producto para sus clientes.

En muchas ocasiones la materia prima existe en el propio interior, no hay que salir a buscarlo fuera, simplemente ha quedado escondido de manera latente en nuestra propia organización. Liberar al empleado y exigirle mayor amplitud de miras, más allá de su propia tarea diaria y en ocasiones rutinaria puede reportarnos gratas sorpresas.

No hay perdedores ni vencedores en este debate, simplemente hay que modificar los clichés actuales que se nos han venido imponiendo en todos los ámbitos especialmente durante el último siglo para abrir nuestras mentes y valorar de forma racional la importancia de tener perfiles de empleados “distintos”, que tal vez no sean grandes expertos en un campo concreto del conocimiento, pero que con su amplia visión pueden ayudar decisivamente al progreso no únicamente del entorno empresarial, sino social, político y cultural.


© Tomas Soler Luque